Monday, February 20, 2006

III Vivir entre ruinas

Es penoso vivir entre las ruinas, pequeños míos. Es lamentable y ominoso, sobre todo para un hombre de mi edad, tener que deambular entre calles devastadas. Me recuerdan el vuelo rasante de aviones con sus racimos de bombas y metralla, los ayes de las viudas y los huérfanos recalibrándonos los tímpanos. Haciendo más elástica la convicción de que no hay infierno, sino en esta vida de espinas.

¿No lo creen una ironía? Un cuerpo en ruinas tratando de erigir una nueva creencia, enmedio de este basamento aún más ruinoso. Sonia me dice que están llegando personas de más allá de la antigua frontera. Vienen a exhibirnos sus cuerpos mutilados, sus carnes chamuscadas y macilentas; sin embargo, ellos son dichosos porque el ala del ángel de la muerte los tocará pronto. A nosotros, pequeños, nos ha tocado vivir entre ruinas. Quizá nuestros cuerpos hayan sobrevivido, pero no volveremos a ver ciudades envueltas en velos. Se acabaron los goces de la vista y el oído. Hallen deleite en estas ruinas, que su voz les despierte a cada mañana para decirles lo que pudieron haber sido. Mis huesos hoy tiritan más que de costumbre, debe ser el ansia de volverme loco. No hagan caso.

Ruinas para vivir, ruinas para morir. Y macabras imágenes de asesinato ojos adentro.