Monday, February 20, 2006

II La gran guerra

Un agravio. Así fue como empezó todo. Y luego vinieron las declaraciones de políticos y diplomáticos. Era la época en la que la humanidad podía presumir de la inmediatez de las comunicaciones. Numerosos individuos daban cuenta de lo que ocurría casi al mismo tiempo en el que se producían los hechos. Esa fue la razón por la cual el agravio, que en otro tiempo no hubiese tenido mayor repercusión, se reprodujera inusitadamente, provocando que los bandos se alinearan feroces en torno a una idea, un concepto.

Lo que vino después fue el Apocalipsis con todos sus presagios funestos. Muerte y hambre, gritos y desolación. Las masas clamaron a grandes voces, pronunciando los nombres de la divinidad en todos los idiomas. Nadie acudió en su auxilio. Miles de millones murieron asidos a la cruz, en camino de la Meca, asfixiados por el estrecho espacio de la conciencia expandida...

En plena capitulación, se recordaron los nombres de antiguos dioses, dioses olvidados. Marte y Huitzilopochtli renacían en prédicas y oraciones, mientras sus prosélitos morían en los brazos de la peste, en el hedor de la guerra. Guerra inútil que quedó grabada en nuestras mentes bajo el epíteto que le dieron sus cronistas "La gran guerra". ¡Mírenla! La gran guerra, la pequeña humanidad.