Tuesday, August 08, 2006

XII Doce horas

Dicen que la "enfermedad de la redención" mata a sus víctimas en un plazo de doce horas. De sobrevivir, la víctima se hace inmune, aunque -se dice también-, padece episodios de esquizofrenia y paranoia en los cuales no distingue la realidad de los productos de su imaginación. Omar está cada vez más cerca de llegar a esa meta; sin embargo, los síntomas no son del todo claros. Sí, parece afectado, pero no al grado terrible como he visto en otros enfermos.

Sonia vino a verlo. Dejo, entre otros útiles, cobijas y sábanas limpias para que, en caso de morir Omar, se cambiase todo de lo que se hubiese servido por aquellos tesoros desinfectados. Después de intercambiar algunas palabras y sonrisas con el enfermo, salió; no sin antes despedirse ceremoniosamente de Joaquín, a quien, repentinamente, le dió un beso en la mejilla.

Faltan escasos treinta minutos para que Omar supere las fatídicas doce horas. Hemos estado cuidándolo desde el alba y todos estamos animados, confiando en que pronto se restablecerá. Por petición suya, lo hemos dejado solo, ya que, según nos dice, no quiere que pasemos la pena de verlo morir. Sin embargo, hay algo de optimismo rebosante en su rostro. Por consenso, hemos decidido respetar su decisión y volver para la cena. No obstante la alegría de la que nos ha contagiado, no pude evitar que una lágrima se me escapara. Por causa de Omar, recordé vivamente la agonía de mi esposo.

Nubia.

XI General Paul

¡Vaya mequetrefe! Se hace llamar "general", cuando pasó la mayor parte de la Gran Guerra escondido tras las faldas de la madre y los millones de su padre. Hoy convoca a otros tantos ilusos a diezmar poblaciones por causa de su credo o religión. Hoy, así, embauca a cientos de arribistas, hambrientos de poder, sedientos de sangre, a matar a los ministros de culto que han sobrevivido a esta guerra funesta. ¿La razón? Haber provocado la Gran Guerra y no haber podido contenerla. Parece que al general Paul le conviene no saber más que lo que los ricos y poderosos quisieron que supiera la demás gente. Pero, dentro de sí, conoce lo que los millonarios, como su padre, planearon para el destino de la humanidad. Por eso llama al exterminio y azuza a idiotas de su calaña a asesinar a todo aquel que abogue por un dogma diferente.

Si no fuera por esta emergencia que ha surgido, les juro que no estaría aquí, al lado del compañero enfermo: Iría en pos de la alimaña, a buscarla en su madriguera, a aplastarla hasta dejar que sus restos den testimonio de lo que le pasa a los inicuos. Pero no se preocupen, estaré aquí con ustedes, solidario, mientras no sepamos si es "redención" o no, lo que aqueja a nuestro camarada.

Joaquín.

X Carta

Sonia: Aunque toda esta gente se empeña en hacernos creer que los más jóvenes debemos vernos como hermanos; yo no puedo. Siempre he querido tenerte entre mis brazos y besar tu boca. Sonia, si tú supieras cómo me siento cuando estoy a tu lado... ¡Quisiera decirte tantas cosas! No sé, siempre estoy desesperado por saber qué piensas, por acercarme a ti, por hacerte sentir mujer con mis caricias...

Querida, ya no eres una niña. Lo sé porque miras con desdén a las chiquillas que te rodean. Y yo quiero ser el hombre de tu vida. Mira, estoy pensando que podemos irnos lejos, que deberías olvidarte de ese viejo Tiago que a todos quiere contagiar con su locura. Tengo noticias de otros grupos de personas sobrevivientes, no muy lejos de aquí... Piénsalo. De verdad, sería maravilloso poder disfrutarte plenamente, como en mi imaginación lo realizo.

(Y más grandioso sería que leyeras esta carta, condenada como otras, al cesto de basura, por causa de mi cobardía.)

Tuyo,
Benny